por Rafael Navarro Barrón Hace unos días (ni cuenta me di), quien está detrás del seudónimo de Miguel Salgado Peter, el periodista invisible, hizo alusión a mi persona en una penosa intervención que tuvo en la red de Internet, replicada en la Polaka, según me dijeron. El señor Salgado Peter, ¡por Dios!, me siento ridículo hablando de personajes ficticios, dice que “yo cobro en la administración del ingeniero Murguía”. ¡Gran cosa! ¿ya me descubrieron? ¿ya se supo? ¿ya es público?, jajajaja… buen chiste para ser viernes. Esta es pues mi respuesta, al cobarde que se escuda en el anonimato. Estimado invisible: Yo si tengo fecha y lugar de nacimiento. Un domicilio, un rostro, un acta donde aparecen mis padres- no soy bastardo ¿y tú?-, una carrera visible (¿buena o mala?, eso lo decidirán los que han seguido mi actividad periodística). Me dirijo al fantasma que se autonombra Miguel Salgado Peter… ¡Dios qué nombrecito! Y cómo sé quién eres y por qué tu fobia y tu manera de traicio...
Las manos son el instrumento más terrible del pecado: con ellas tocamos las cosas que ensucian nuestra vida; son las manos armas mortales e instrumentos de condenación, cuando tomanos con ellas lo que no es nuestro. Sean entonces nuestras manos instrumentos de bendición, de amor y de solidaridad... jamás de muerte.