Cómo narrar una historia en Ciudad Juárez Por Rafael Navarro Barrón “¿Pues qué no sabe quién soy yo, pendejete?” El agente de vialidad lo miró a través de sus raspados lentes, imitación RayBan, albergando en su cabeza un casco oficial que, según el cuidador del orden vial, pesa un kilo y medio y en tiempo de calor es como traer en la espalda la losa del Pípila. De acuerdo a las reglas internas de la corporación, los agentes tienen que llevar ese armatoste en las cabezotas de chorlito. Forma parte del uniforme oficial que la honorable dirección de Vialidad de Juárez les vende a sus motociclistas para que puedan realizar su labor de cuidar y proteger a los ciudadanos. Porque en Vialidad nada cambia desde hace años. Hasta la administración pasada todo se vendía, todo se ofrecía a cambio de privilegios. Una moto, 2 mil dólares; un auto, 3 mil dólares; un mejor sector, 2 mil dólares. Todo en dólares, constantes, sonantes que salen de las mordidas, de la corrupción. ¿Los beneficiario...
Las manos son el instrumento más terrible del pecado: con ellas tocamos las cosas que ensucian nuestra vida; son las manos armas mortales e instrumentos de condenación, cuando tomanos con ellas lo que no es nuestro. Sean entonces nuestras manos instrumentos de bendición, de amor y de solidaridad... jamás de muerte.