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Cuando la entrevista vale la pena

Hoy por la noche, a las 23:00 horas y el domingo, a las 10:00 de la mañana, usted podrá observar por el canal 5 de televisión (en Ciudad Juárez), una entrevista que, en forma exclusiva, concedió el presidente municipal, Héctor Murguía, a los conductores del programa ‘Cada Quien su Estilo’.
La entrevista podría ser una de las tantas que se le hacen a los gobernantes, si no fuera por un contenido que rebasó los límites de la normalidad en cuanto a la posición que regularmente tienen los políticos.
Héctor Murguía Lardizábal esbozó un concepto, no nuevo, pero si poco común en cuanto a las posibles acciones que emanan desde el poder para resolver los problemas sociales y llegar a la solución de los conflictos (de todo tipo) que aquejan a Ciudad Juárez.
No es el Héctor Murguía del pasado. Un algo o un mucho ha cambiado en él. Ahora es un hombre libre, antes era un político esclavo de la vanidad que promulga la política y que tanto daña a los mismos políticos; ahora concentra su visión en fijarse (muy) poco en lo que dicen los demás, principalmente los columnistas y algunos de los tantos periodistas que rondan en torno a los eventos municipales, a los que el alcalde ha enfrentado en los últimos días.
“Aprendí mucho de la política…” (de lo ocurrido en carne propia). Necesariamente tenemos que viajar al momento de la precandidatura priísta a la gubernatura. Es el momento de su historia que lo cambió. Ahora ya no pronostica su futuro. Tendrá los momentos oportunos para decidir si va a la candidatura al senado de la república, “a su momento”, se aventura a señalar.
Pero cuando habla, no opina como alcalde, sino que el contenido de su mensaje lo delata, habla como legislador. No se le pregunta más, categórico, veta el tema.
En nuestra realidad mexicana no necesariamente gana el que lleva la delantera, el que conserva el consenso, sino el que se asocia con otros factores de poder. Y a eso se le llama “cosas de la política”.
No llegar no implica perder los activos, en política los activos se perfeccionan con el tiempo, luego se van y ya no regresan, diría el periodista y político Carlos Loret de Mola, “entonces ya eres un viejo… y el partido te desecha”, decía el yucateco.
Los activos de Teto están vigentes. Una de las muchas encuestas lo ubican con un nivel de aceptación del 94%; en el anterior ejercicio gubernamental, también como alcalde, llegó a rozar el 97 por ciento de popularidad.
El alcalde Murguía ha sostenido en los últimos días un silencio hacia ciertos sectores de la sociedad, ha suprimido (más por estrategia que por gusto) la relación que permanentemente sostenía con algunos directivos y dueños de medios informativos.
La reacción lo ha favorecido, confiesa él mismo, “ya no me preocupo tanto por lo que dicen de mí los columnistas, los editorialistas, he aprendido a vivir sin esas cargas”, confiesa el alcalde.
El alcalde define los rasgos de la pobreza, los efectos de las malas políticas públicas. Y luego la gran confesión: no hay dinero para muchas cosas que son prioritarias en Ciudad Juárez; no hay recursos para apoyar a los Ninis; las becas han disminuido el potencial de reacción de la alcaldía, de 12 mil que dieron en el primer trienio que gobernó Teto Murguía, ahora se otorgarán 5 mil.
La entrevista es amplia, llena de sobresaltos. Descriptiva, pero es mejor en vivo, donde las expresiones muestra la realidad de los que estamos en el estudio, “los tres chiflados”, diría Teto refiriéndose a Rafael Fitzmaurice, Eleazar Lara y un Servidor.
En el estudio, como testigos de la entrevista, se ubican dos periodistas muy cercanos al alcalde, su director de Comunicación Social, Manuel del Castillo y su secretario privado, Toño Gómez.
Manuel replica en el primer corte –claro, siempre bromeando- que ha venido a escuchar la intervención de Eleazar Lara y que los Rafaeles no lo hemos dejado.
Y me pongo a pensar si en realidad somos divertidos como los tres chiflados. La verdad, The Three Stooges, como se conoce a la serie en inglés, tenían la gracia para embrujar (si se me permite el término) a los cautivos televidentes que los gozamos entre 1922 y 1970.
Durante la entrevista el tema más comentado fue la designación del nuevo Secretario de Seguridad Pública Municipal, Julián Leyzaola Pérez, el hombre sobre quien se tejen muchas historias y mitos.
Tardó tres meses para consensuar el nombramiento. ¿Para qué el consenso, usted es el alcalde? La explicación es abrupta… confiesa que fue palomeado por el gobernador Duarte y por el gobierno federal. En esa hipótesis se concentra el nuevo hombre-mito de ciudad Juárez.
No mete las manos al fuego por él, pero está seguro que Leyzaola ayudará a arreglar el grave problema de la seguridad pública.
Cumplo con el pacto no escrito de no divulgar el contenido general de la entrevista. Vale la pena esperar.

Otra tema, otra historia

Estaba un hombre a la orilla del camino sentado en una piedra, bajo la sombra de un frondoso huanacaxtle.
Se le miraba triste, meditabundo, cabizbajo; casi, casi a punto de soltar el llanto.
Así lo encontró su compadre y amigo de toda la vida, quien acongojado al verlo en tales fachas, le preguntó el motivo, causa o razón que ocasionaba que él se encontrara en situación tan deprimente.
-Compadre, contestó el interpelado, -¡tu comadre! ¡Tu comadre! Esta noche la mato o la desaparezco, pero de que se muere, se muere…
-No la amuele compadre, mejor platíqueme, por qué la quiere matar. A lo mejor puedo ayudarle a encontrar una mejor solución.
El compadre, después de limpiarse sus ojos todos llorosos y su nariz moquienta, empezó con su relato.
-Mire compadre, sabe que somos muy pobres y en su humilde casa la única forma de acompañar los frijoles es con un pedazo de carne que tengo que conseguir yendo de cacería al monte.
-Me tengo que ir con mi vieja escopeta, pasar varios días de sufrimiento y penalidades, salvándome de milagro de los peligros del monte, esquivando víboras, al tigre y la onza,
-Soportar la terrible comezón que me producen las guiñas, garrapatas y piquetes de moscos, y por si esto fuera poco,
-Aguantar cómo me caía hasta los huesos el frío y la soledad de las noches. Luego, por fin, si la suerte me socorre y logro cazar un venado, todavía tengo que cargarlo hasta el rancho y subir la cuesta de la loma donde está mi casa. Todavía no alcanzo resuello cuando aparece mi señora con el cuchillo en la mano e inmediatamente empieza a repartir el venado entre vecinos y familiares.
-Que una pierna pa' doña Juana; que otra pa' doña Cleo, que este lomito pa' mi mamá, que esto pa'llá; que esto pa'cá y a los dos o tres días allí va tu tonto otra vez de cacería. ¡Pero ya me cansé y esta noche mínimo las desmechoneo!
El compadre de aquél iracundo desdichado, después de meditar un momento le dio la solución:
-Invite a su mujer a cargar el venado.
-¿¡Qué!?
-Sí, sí. Mire, no más no le diga las maltratizas que se pones para cargar el venado. Mejor píntesela bonito. No le hable de las espinas ni los peligros, ni del frío ni el calor. Dile que la invita para que disfrute de los bellos paisajes, del esplendor de las estrellas que lo cobijan en la noche, de los manantiales cristalinos que reflejarían románticamente sus imágenes, de sus exquisitas aguas, del aire fresco del monte, lleno de oxígeno, de la graciosa manera en que camina el venado, como si fuera un bailarín de ballet, de el dulce canto de los grillos y los pajarillos silvestres, en fin...
El compadre siguió el consejo. Por supuesto la convenció.
La mujer, entusiasmada, se fue con la falda larga hasta el tobillo, Al cruzar el primer "aguamal" se redujo a minifalda porque la prenda quedó desgarrada entre las púas. La blusa le quedó toda amolada, el calzado se le rompió por los difíciles caminos y las piedras y las espinas la hicieron sangrar. Las "guinas" y "guachaporis" los traía por todo el cuerpo; el sol le quemó la piel. El pelo se le maltrató: le quedó tieso y desparramado como estropajo. Las manos le quedaron encallecidas al abrirse paso entre el espeso monte. Toda chamagosa, estuvo a punto de sufrir un infarto al toparse con una enorme víbora. Muerta de hambre, su imagen parecía sacada de un cuento de ultratumba.
Por fin, después de tantos martirios, un día encontraron al venado.
Ella tuvo que contener el aliento y el hombre sigiloso, con la astucia y agilidad de un gato, se acercó a su presa, y con la mirada de un lince localizó el blanco justo para liquidar al escurridizo animal. ¡Bang! Y el venado había muerto.
La mujer no cabía de júbilo pensando que su sufrimiento había terminado, pero no era así.
-Ahora, mi amor, quiero que cargues el venado para que veas lo bonito que se siente -- le dijo el hombre masticando rabiosamente cada una de sus palabras.
La mujer casi se desmaya ante la desconocida mirada asesina de su marido, pero ante la desesperación por regresar a su hogar no tuvo aliento ni para replicar y cargó el venado hasta su casa cruzando veredas y montañas.
Despatolada, con las piernas abiertas, jadeando y casi muerta, a punto de tronarle el corazón, llegó y depositó el animal en la sala de su casa.
Los niños y sus amiguitos, hijos de los vecinos, salieron a recibir a sus papás cazadores y acostumbrados a la repartición, le dijeron a su mamá con alegría:
-Mamá, apúrate a repartir el venado porque la mamá de Pepito ya está desesperada.
-¿Qué pedazo le llevo a mi tía?, le dijo otro.
La señora, tirada en el piso, hizo un esfuerzo sobrehumano para levantar la cabeza y con los ojos inyectados de sangre volteó a ver a los niños y agarrando aire hasta por las orejas, les gritó:
- ¡¡¡Este venado no me lo toca NADIEEEE !!! y tú Pepito, ve y dile a tu mamá que vaya mucho a CHx#&%="
REFLEXIÓN: Para valorar el esfuerzo ajeno y respetar en su real dimensión el trabajo de los demás, todos debemos aprender a "cargar el venado".
La experiencia adquirida con el paso de los años nos ha enseñado. Sólo se valora aquello que se ha adquirido como resultado de nuestro trabajo, que solo cuidamos aquello que nos ha costado esfuerzo, sudor y sacrificio.
Que pasaría si a la clase “Política Mexicana” y demás líderes charros, se les obligase a vivir en el México en que vive la mayoría de los mexicanos, con prestaciones que establece la Ley Federal del Trabajo, con salarios mensuales promedio con los que vive un profesionista promedio, es decir 12,000 pesos al mes, creo que bien valdría la pena invitarlos a “Cargar el Venado de los Impuestos” que tan solo el 10% de la población de este hermoso país, paga sus impuestos
'Pobre México nuestro, tan cerca del fútbol, Telenovelas, y demás distracciones baratas, y tan lejos de la educación, instrucción y de la ciencia'.
Me gustó la reflexión, gracias al que la envió.
Escriba a Rafael Navarro dirjua@prodigy.net.mx

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