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¡Pues qué no tienen vergüenza!

En su peor momento político, social, económico y delictivo, el Estado de Chihuahua librará una nueva batalla: la electoral. Los partidos en contienda se aprestan para el arranque de lo que será una guerra de pronósticos reservados, dadas las condiciones que se viven en el país y particularmente en la entidad chihuahuense.
Esa guerra política, si le podemos llamar así, tendrá signos peculiares, por las condiciones que prevalecen en este momento que vive el país y que repercute ampliamente en la entidad donde vivimos.
Recordemos que somos el Estado y la ciudad (Juárez) emblemática en cuanto a los efectos colaterales de la guerra contra el narcotráfico. Independientemente de los 145 cuerpos localizados en las fosas clandestinas de San Fernando, Tamaulipas, ese estado, asediado por un narcotráfico feroz y sin paralelo, no se compara con lo que representa nuestra entidad, estadísticamente, en varios rubros y actividades.
No se diga Juárez, que carga ya nuevas marcas mundiales: somos el número uno en violencia mundial (nos dicen la ciudad más violenta del mundo); somos el número uno en violencia nacional y estatal; somos el número uno en feminicidios a nivel de impacto mundial (no en cuanto a datos estadísticos); somos número uno en divorcios; somos número uno en pérdidas de empleados; somos número uno de casas abandonadas a causa de la crisis y la violencia; somos el número uno en impunidad… somos, tristemente, una sublime vergüenza en la que los ciudadanos no nos esforzamos para llegar a esas marcas, sino que somos víctimas de un sistema de gobierno que ha ensuciado la vida pública.
Esa es la ciudad, sin quitarle ni ponerle. Una ciudad que tiene la mala suerte de estar bajo el capricho político de grupos de poder económico y político, con sus respectivas ramificaciones en las llamadas organizaciones intermedias y de la sociedad civil.
Esa nueva casta de políticos que representan las instituciones nacionales, estatales y locales, han llevado la inmoralidad, la infidelidad, la lascivia, lo absurdo, la voracidad, la falta de hombría, la mentira a las oficinas públicas, que se han convertido en ‘casas de cita’, en ‘centros de prostitución’.
Esos políticos, de todas las ideologías, son incapaces de sostener sus promesas e incapaces de recibir la crítica como una forma de crecimiento.
Ahora, muchos de ellos, se aprestan a la lucha electoral, porque creen tener los méritos en la bolsa y lo que se robaron en los bancos.

La política electoral

Los efectos de esa lucha electoral ya están en los escenarios de la política. Resaltan por su peculiar forma de vivirse y de actuarse. Es la lucha en la que todo se vale, en donde la única restricción es no decirlo, porque todo lo que se dice se escribe o se divulga, sin ninguna restricción.
A lo largo de los últimos años hay fenómenos que han llamado poderosamente la atención de propios y extraños. Los adjetivos calificativos, las críticas subidas de tono, han sido como un veneno inmune para los cientos de políticos que andan en contienda.
Aquí se aplica la rebla bélica “Nunca combatas mucho tiempo con el mismo adversario, porque se adaptará a tus tácticas”.
La táctica de la diatriba es ahora la inmunidad de los personajes que intentan gobernarnos o representarnos en los máximos escenarios políticos del país. Es la cucaracha que se tambalea, pero no se muere.
Si los adjetivos y las versiones divulgadas tuvieran algún eco en la vida política y social de nuestro país y, muy particularmente (otra vez la frase), en nuestros políticos chihuahuenses, tendríamos en los gobiernos y fuera de ellos verdaderos monstruos, engendros de maldad, muchos de ellos recluidos en penales mexicanos y del extranjero por su participación en hechos delictivos.
Pero no, en México, no ocurre nada importante en el aspecto específico de la denuncia pública, mucho menos en la denuncia política. El expresar frases e ideas acusatorias es parte de la vida política de este país, es como un deporte popular que se practica a diario sin que nadie se inmute, sin que nadie investigue.
Como si tuviéramos la culpa de los intereses personales de los aspirantes al senado y a las diputaciones federales, los chihuahuenses habremos de expiar las culpas de quienes creen tener una razón histórica y política para representarnos.
El solo hecho de traer a la memoria a los senadores que nos representan actualmente en la llamada cámara alta, genera un auténtico escozor en mi cuerpo, un escalofrío.
¿Quién los eligió? ¿quién los llevó al senado? ¿quién determinó que lo más gris y retrógrado en política fueran los que asumieran las ideas del pueblo, los pensamientos de la pequeña parte de la nación que representan?
Bajo el espectro de una política tan ineficaz como la que han desarrollado, ¿cómo se sentirán en este momento los senadores Fernando Baeza (plurinominal) y los panistas José Antonio Badía Sanmartín (suplente de Gustavo Madero), Teresa Ortuño (plurinominal) y Ramón Galindo? En el espejo de la realidad, ¿tendrán vergüenza cuando van y cobran un salario que no han devengado?
Avezados en la buena vida, miembros activos de los sitios VIP de las líneas aéreas, acostumbrados a las buenas comidas, a la buena ropa, a los buenos hoteles y zonas vacacionales, el año entrante habrán de dejar el cargo, pero será como quitarle un pelo a un burro. De la función pública hicieron un modus vivendi; subsidio del pueblo, un pago por no hacer nada…

La decisión de esperar

En esta lucha política, la que se avecina, pues, intervino ayer el gobernador César Duarte Jáquez. Tras puntualizar que el interés electoral opaca la relación interinstitucional, instó a todos los actores políticos y funcionarios públicos de Chihuahua a no distraerse del objetivo primario que es el buscar mejores condiciones generales para Chihuahua y los chihuahuenses, ante la cercanía de los comicios del 2012.
El llamado gubernamental no es más que una pieza retórica ante la realidad que nos ha alcanzado. ¿Cómo detener la ambición? ¿cómo detener la corrupción? ¿cómo detener el ego? La respuesta sale sobrando.
Los actores políticos están ya en el arrancadero. Son los mismos, hombres ya probados y reprobados ante la opinión pública, pero están allí, como sinvergüenzas, como caricaturas de la política capaces de generar risotadas.
Bajo que premisa se han arrancado los dos últimos ex gobernadores del Estado de Chihuahua; en qué están pensando los priístas Reyes Baeza y Patricio Martínez.
El primero representa la estulticia, que fue utilizada como una auténtica forma de gobierno. Se aferró a ella y la paseó hasta el último segundo de su periodo sexenal de gobierno.
Encabezó un gobierno repudiado en su terruño. Su propio pueblo le dio la espalda y no le permitió ganar una sola de las elecciones que dirigió como primer priísta del Estado.
El segundo precandidato, Patricio Martínez, representó el abuso, la egolatría, la voracidad… la represión política y la dictadura como una forma de gobierno.
Bajo estas dos administraciones crecieron los grupos delictivos y se contaron las más grandes mentiras en cuanto a los modelos policiacos y de reforma penal.
En la tercera casilla del arrancadero, se encuentra el alcalde de Ciudad Juárez, Héctor Murguía que ha guardado una falsa modestia en cuanto a su pretensión, bajo la sombra de una guerra que está afectando su capacidad de dominio, algo que había logrado controlar con cierto estoicismo.
Murguía, villano o víctima, defendió ayer su causa en cuanto a la acusación pública, ante la inminencia de la salida a circulación de un libro escrito por una investigadora de la Universidad de Nuevo México y un periodista de los Estados Unidos que se ha especializado en narcotráfico.
Y allí está, otra vez, bajo el estigma de la acusación. Los tiradores que se oponen a su candidatura, a su crecimiento, son los mismos de siempre. Los que aprovechan todo lo que esté en el pantano de la política. Ni atacan de frente ni hablan con la verdad por eso se repudia la política y a los políticos… por eso la negativa del pueblo de acudir a las urnas, porque están hartos de la estridencia, de la suciedad, de los ladridos.
El pueblo exige verdades, porque no es justo el ataque, la descalificación, la divulgación de datos y de excesos, sin que medie un razonamiento jurídico.
La generación de información pública, como la vertida ayer por el gobernador del Estado que asumió una severa crítica al gobierno de Reyes Baeza, a quien acusó de crear 30 hospitales que fueron ‘inaugurados’, pero que nunca se equiparon ni se pusieron en operación, es lo que desea el pueblo. Verdad clara, sin tapujos.
A Reyes Baeza le faltaron 270 millones de pesos, según la versión de Duarte, en lo que fue una simulación gubernamental que, en este momento mantiene al borde del colapso, al sistema de Salud, gracias al Seguro Popular que, coloquialmente, repartió ‘más entradas’ de la capacidad que tiene el salón de baile.
En el discurso duartista, el gobernante explicó que los problemas de Chihuahua hoy requieren de la atención de todos y que no aceptan distracción alguna; puntualizó que este tema fue tratado con los delegados federales de Chihuahua (todos panistas).
“Si se permiten esos lujos, entonces no estaríamos cumpliendo con nuestras atribuciones y responsabilidades encomendadas por los chihuahuenses, que es precisamente el buscar el bienestar del estado y de nuestra gente”
El asunto es, ¿y cuándo nos han cumplido?
Escriba a Rafael Navarro dirjua@prodigy.net.mx

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