Del otro lado del teléfono una voz masculina, bastante alterada, casi me escupía al oído. Por algunos minutos tuve que retirarme la bocina del oído para evitar que los gritos del interlocutor me lastimaran el tímpano.
Se identificó como el ‘licenciado Reyes’, miembro de la Barra y Colegio de Abogados, conocido de (Héctor) González Mocken.
“Yo a usted lo conocí cuando andaba de reportero, ¿se acuerda?”. Con esos pocos datos no puedo llegar a la referencia. Recuerdo al señor Galicia, el compadre de González Mocken que, en varias ocasiones, estuvo a punto de desenmascarar a quien fuera líder del PRI y de la CNOP, luego de la traición.
Recordé a Manuelito Díaz, con su fleco perfectamente delineado, su porte de galán de Tepito y su activismo en el PRI.
En una corrida de toros, Manuelito le confesó a Alfredo Seáñez que González Mocken lo había traicionado.
Seáñez, miembro del PRI y, en aquel momento taurino, presidente de la Asociación de Técnicos y Profesionistas de la CNOP, le pidió un compás de espera hasta que concluyera la fiesta brava y todos se repusieran del golpanazo que el tricolor acababa de dar a los seguidores de Mocken a quien le negó el derecho de ser candidato a la alcaldía.
De esos asuntos penosos y del momento en que los seguidores de Mocken patearon las urnas de la elección interna priísta, el licenciado Reyes, al otro lado del teléfono, no sabía nada.
Regreso al diálogo e inmediatamente le aclaro al abogado que sigo siendo reportero, que nunca he descendido de ese oficio… no que yo sepa.
“No, ahora usted es un señorón… yo veo todos los días su programa en el Canal 5”, dice el ‘lic’. Me sobrepongo entre risas maliciosas, el energúmeno abogado es también un mentiroso que ignora la programación del canal cinco.
Él insiste en que nos conocemos. Le digo: “seguramente, uno conoce a tanta gente fina en el paso por este mundo…” Insiste: “Yo trabajé con González Mocken, ¿se acuerda? ¿se acuerda de Chole Greensen?” Le digo que sí, “pero de usted no me acuerdo”, le respondo con franqueza.
“Es que yo soy del partido donde está Héctor” (se refiere a González Mocken, al otro le dicen Teto) La duda embarga mi mente… ¿de cuál partido…el PRI, el PAN o Convergencia?, a estas alturas de mi vida periodística, como todo un señorón de los medios, ignoro cuál es el partido en el que milita González Mocken… ¿lo sabrá él?, me pregunto.
En el estira y afloja se genera el bailoteo. El licenciado Reyes intenta que mi mente ingrese al mundo de la farándula política, al pasado tricolor, al tiempo de las traiciones. Desisto. No me acuerdo.
“¡Así son todos ustedes, bola de hipócritas!”, estalla en cólera. “¡Qué poca madre tiene!” Mi mudez no es descortesía, estoy atónito con la confesión.
¡Lo que pasa es que a todos ustedes ya se les subió!, grita el licenciado Reyes, mientras yo deambulo entre mi mudez sintiéndome un ‘don nadie’ que quiere ser subido a las nubes por el interlocutor priísta, amigo de González Mocken.
LA PENOZA CONFESIÓN
¡Ustedes los periodistas están enfermos!, nos hunde el lic Reyes. Y yo, como hipnotizado, escucho la lista de peroratas que me espeta a través del teléfono.
No intento calmarlo, pues en esta profesión he aprendido a ser como el saco de aserrín donde los boxeadores se dan vuelo simulando peleas inexistentes.
Me ha tocado muchas veces estar frente a gobernantes de piel ligera que son enemigos de la crítica; amigos del ego, cómplices y socios de la adulación en la que viven.
Diría un viejo aduanal juarense: “pobres políticos cuando llegan a viejos, les sudan las patas, les huele la boca, les sangran las encías, se les cae el pelo, se pedorrean y, encima de todo eso, se creen galanes… pobres políticos viejos, si pudieran tener en casa un espejo”.
En la lista de periodistas “enfermos”, como nos catalogó el abogado Reyes, estoy yo, claro; aparece Juan Manuel Martínez “y la muchachita esa que está en el 44”. ¿Claudia Vega?, pregunto. No, la que se apellida Tellez, “la deberían de poner a vender alcachofas o en el obituario… le encanta contar los muertos”. En la sintonía del ‘Canal de las Noticias’ barre con Armando Cabada, “el rey del amarillismo… entre brinquito y brinquito se chupa todos los muertos del día…”, comenta en tono serio, sin abrir espacio a la réplica.
El giro es inmediato al ‘Canal 56’, que en realidad es el ‘Canal 2 de Televisa’. Lo único bueno allí es el ‘malilla’… sus noticieros son como telenovelas, hasta los muertos que los reporteros se encuentran en las calles son maquillados, dice el abogado mostrando más sabiduría que Paty Chapoy.
Luego viene el resumen de otros medios y personajes. Hace apología de ‘Alternativa II’, de los pastores protestantes, de Rafael Fitzmaurice y Eleazar Lara, los íconos del Canal 5; del licenciado Sedano; luego se pasa al radio y recuerda el sarcasmo de Tony Tirado que compite con otro que no hace malos quesos, Alfredo Varela “el príncipe de la Renata”.
Al que nunca escucha es a Mendoza Zubiate ¿todavía sale?, pregunta, pero no me deja contestar.
Lamenta la salida de Ismael Alvidrez de Radio Cañón y la ausencia de Fermín Robledo en el Canal 44.
“En los medios necesitamos hombres con la pluma en la mano izquierda y con la espada de la justicia en la derecha”, sentencia el abogado Reyes un tanto más calmado.
Generosamente le pido tiempo para vernos en persona o para platicar otro día, pero el interlocutor no tiene para cuando concluir la conversación que de pronto se convirtió en una pieza de oratoria... en un monólogo.
Le insisto que me gustaría dialogar con él, con tiempos prudentes para la réplica. Accede en ese momento y es cuando aprovecho para preguntarle ¿en qué estamos fallando los periodistas?
LA RESPUESTA
“Lo que me cae en la punta del meñique es que nadie les da gusto, ¡en nada…chin…o! Todo está mal para ustedes”, retoma el ataque frontal y sin misericordia al que escucha.
Póngale a Teto cosas bonitas, a Duarte… y por qué no, a Calderón. Parece que los periodistas nada más ven las cosas malas. Noooo, pónganle cosas bonitas, que luzcan, que levanten el ánimo de los que nos gobiernan.
Imagínese qué bonito sería que el gobernante se levantara y viera en los periódicos: El alcalde, ama a Ciudad Juárez… ¿se imagina el impacto?, pregunta y él mismo se responde: sentiría bonito, que alguien lo quiere, lo apoya y transmite sus sentimientos más profundos.
¿Usted qué opina?, pregunta por segunda ocasión durante la instrumentación del regaño telefónico. Confieso que durante algunos minutos me sentí como ‘secuestrado’ por un extorsionador telefónico que me decía: “tengo a tu familia en la mira, si cuelgas la mato”.
Diserto con cierta flojera, en espera de que el licenciado Reyes se canse y cuelgue el teléfono. En dos ocasiones intenté cambiar la conversación para despedirme, pero no pude y no me dejó hacerlo.
Ahora estoy, otra vez, en la disertación. Desearía estar con Rafa Fitzmaurice y con Eleazar Lara en el estudio del Canal 5 hablando de temas bíblicos y políticos.
El barbaján del teléfono suena iracundo y autoritario y, para mi mala suerte, ahora me pide que diserte sobre la posición de los medios de comunicación y los gobernantes.
En ese respiro le propongo, por tercera ocasión, vernos y dialogar personalmente, identificarnos y hablar de política o de lo que él quiera, pero me reta a que lo haga por teléfono.
Entonces recuerdo mis años de periodista, el tiempo en que los medios de comunicación estaban dirigidos desde las oficinas de gobierno. Tengo que ir al terror que sembró en su momento Oscar Flores, el ex gobernador de hierro, como le llamaban; recuerdo los flacos gobiernos de Manuel Bernardo Aguirre y Oscar Ornelas. Songos, pero autoritarios.
Mención aparte merece el gobernador sustituto, Saúl González Herrera que concluyó su mandato bajo el falso estigma de la pacificación de la entidad, ante el crecimiento de la oposición que, con Oscar Ornelas, lograron ocupar las principales cabeceras municipales de la entidad. Ese fue el pecado del finado gobernador Ornelas, esa fue la caída de uno de los políticos con mayor sentido democrático en el Estado de Chihuahua.
En ese pensamiento, retomo el camino de la inquisición encabezada por Fernando Baeza, Fernando El Católico, llevó por apelativo; o el del desastre y la chiplería que encabezó Francisco Barrio, el encargado de enterrar el PAN en el Estado de Chihuahua… y él ni cuenta se dio. Y para colmo, me acabo de enterar que su pasión más grande en Canadá, donde es nuestro representante diplomático, son los torneos, en pareja, de dominó... ¿tendrá una idea clara del terrible daño que nos causó en Chihuahua? No lo creo, el ex gobernante panista tiene la inocencia de Forrest Gump.
No puedo dejar fuera de mi cabeza el periodo autoritario y corrupto de Patricio Martínez y, como sacar de la historia película de horror estelarizada por José Reyes Baeza, cuyos efectos están todavía en las calles de Juárez, en las empresas, en la decepción… en la justicia penal.
Intento disertar con el licenciado Reyes en torno a la posición entreguista de los medios y, sinceramente, no puedo. Se me revuelve el estómago cuando veo los programas de televisión, de radio y algunos medios impresos.
Decía el general Giner, el único gobernador que ha dado mi tierra, Camargo, Chihuahua: “los malos periódicos ni para limpiarse la cola sirven”.
Me causa escozor escuchar los discursos de los gobernantes que nos dicen, “no tengan miedo, retomen los lugares públicos… salgan y diviértanse en familia”, mientras ellos recorren las avenidas en camionetas blindadas, protegidos por decenas de guardias preparados para matar, si la ocasión lo amerita.
Frente a la realidad del licenciado Reyes, observo la lentitud en la que trabajan las autoridades. Les tuvieron que matar a agentes de tránsito, para entender dos cosas: la primera, que es la corporación más corrupta, retrógrada y odiada en Juárez y nadie hace nada por frenar esa caterva de muertos de hambre y extorsionadores profesionales; y, la segunda, que son carne de cañón para el crimen organizado y desorganizado, por lo expuesto que están.
Resuelto el punto dos – ya armados- es tiempo de resolver el punto uno, que dejen de robar al pueblo… que alguien les ponga un hasta aquí. El discurso oficial no puede seguir siendo: “Vayan a Asuntos Internos y denúncienlos”, el discurso oficial requiere una solución urgente al problema en vialidad.
Los borrachos seguirán en las calles mientras sigan los corruptos; los autos sin placas continuarán en las calles, mientras el Estado y el Municipio, de la mano, no emitan una declaración viril a la federación, un ultimátum político… No se trata de pelear, ¡caray!, se trata de exigir. No estamos jugando a las pistolitas… lo de Juárez es grave y tiene que ser resuelto ya, sin ninguna duda, sin estar como perritos debajo de la mesa esperando que caigan las migajas, para luego moverle la cola al patrón.
Las actitudes de medianía siempre se ven así. La hospitalidad chihuahuense, nuestra mansedumbre como raza, no se debe de ver como una burla en el centro del país. Muchos juarenses estaríamos listos para alzar la voz junto con nuestros gobernantes, para exigir lo que es nuestro, lo que necesitamos urgentemente.
Pienso en los niños, jóvenes y adultos pobres. En sus zapatos, en su ropa, en el alimento que llega a cuenta gotas. En las caravanas diarias de personas de extrema pobreza que salen a las calles a buscar botes de aluminio, cobre o pedazos de algún metal, para concluir en los negocios recicladores donde obtienen una miserable cantidad que apenas sirve para salvar el día que está por concluir.
Y en la encuestitis que nos rodea a los mexicanos me gustaría preguntarle a los gobernantes, ¿cuándo fue la última vez que enfermaron del estómago por comer alimento en mal estado o deficientemente preparado? Porque a diario soy testigo de esos flagelos entre la pobreza y me irrita ver como los gobiernos han llevado a un suicidio colectivo, como si los pobres estuvieran en los campos de concentración nazis, muriendo cada día, despidiéndose del mundo, mientras su alma se seca y su cabeza se enferma de soledad y angustia.
Esa gente pobre toma el agua contaminada que reparte la Junta Municipal de Agua, mastican el polvo de sus colonias revuelto con excremento de perros, gatos y seres humanos. Se rascan la sarna que les trasmiten los perros.
He conocido personas de 50 años de edad, que están seguros que nunca viajarán más allá de Samalayuca y que nunca entrarán a un restaurante… muchos de ellos, en medio siglo, no han sentido el privilegio de ponerse un conjunto completo de ropa nueva.
No, licenciado Reyes, los periodistas somos periodistas, nacimos para lo que nacimos y tenemos que seguir adelante, aunque usted sea amigo de González Mocken.
Fue entonces que agarré valor y colgué el teléfono, nunca más volví a saber nada del licenciado Reyes.
Escriba a Rafael Navarro dirjua@prodigy.net.mx
Se identificó como el ‘licenciado Reyes’, miembro de la Barra y Colegio de Abogados, conocido de (Héctor) González Mocken.
“Yo a usted lo conocí cuando andaba de reportero, ¿se acuerda?”. Con esos pocos datos no puedo llegar a la referencia. Recuerdo al señor Galicia, el compadre de González Mocken que, en varias ocasiones, estuvo a punto de desenmascarar a quien fuera líder del PRI y de la CNOP, luego de la traición.
Recordé a Manuelito Díaz, con su fleco perfectamente delineado, su porte de galán de Tepito y su activismo en el PRI.
En una corrida de toros, Manuelito le confesó a Alfredo Seáñez que González Mocken lo había traicionado.
Seáñez, miembro del PRI y, en aquel momento taurino, presidente de la Asociación de Técnicos y Profesionistas de la CNOP, le pidió un compás de espera hasta que concluyera la fiesta brava y todos se repusieran del golpanazo que el tricolor acababa de dar a los seguidores de Mocken a quien le negó el derecho de ser candidato a la alcaldía.
De esos asuntos penosos y del momento en que los seguidores de Mocken patearon las urnas de la elección interna priísta, el licenciado Reyes, al otro lado del teléfono, no sabía nada.
Regreso al diálogo e inmediatamente le aclaro al abogado que sigo siendo reportero, que nunca he descendido de ese oficio… no que yo sepa.
“No, ahora usted es un señorón… yo veo todos los días su programa en el Canal 5”, dice el ‘lic’. Me sobrepongo entre risas maliciosas, el energúmeno abogado es también un mentiroso que ignora la programación del canal cinco.
Él insiste en que nos conocemos. Le digo: “seguramente, uno conoce a tanta gente fina en el paso por este mundo…” Insiste: “Yo trabajé con González Mocken, ¿se acuerda? ¿se acuerda de Chole Greensen?” Le digo que sí, “pero de usted no me acuerdo”, le respondo con franqueza.
“Es que yo soy del partido donde está Héctor” (se refiere a González Mocken, al otro le dicen Teto) La duda embarga mi mente… ¿de cuál partido…el PRI, el PAN o Convergencia?, a estas alturas de mi vida periodística, como todo un señorón de los medios, ignoro cuál es el partido en el que milita González Mocken… ¿lo sabrá él?, me pregunto.
En el estira y afloja se genera el bailoteo. El licenciado Reyes intenta que mi mente ingrese al mundo de la farándula política, al pasado tricolor, al tiempo de las traiciones. Desisto. No me acuerdo.
“¡Así son todos ustedes, bola de hipócritas!”, estalla en cólera. “¡Qué poca madre tiene!” Mi mudez no es descortesía, estoy atónito con la confesión.
¡Lo que pasa es que a todos ustedes ya se les subió!, grita el licenciado Reyes, mientras yo deambulo entre mi mudez sintiéndome un ‘don nadie’ que quiere ser subido a las nubes por el interlocutor priísta, amigo de González Mocken.
LA PENOZA CONFESIÓN
¡Ustedes los periodistas están enfermos!, nos hunde el lic Reyes. Y yo, como hipnotizado, escucho la lista de peroratas que me espeta a través del teléfono.
No intento calmarlo, pues en esta profesión he aprendido a ser como el saco de aserrín donde los boxeadores se dan vuelo simulando peleas inexistentes.
Me ha tocado muchas veces estar frente a gobernantes de piel ligera que son enemigos de la crítica; amigos del ego, cómplices y socios de la adulación en la que viven.
Diría un viejo aduanal juarense: “pobres políticos cuando llegan a viejos, les sudan las patas, les huele la boca, les sangran las encías, se les cae el pelo, se pedorrean y, encima de todo eso, se creen galanes… pobres políticos viejos, si pudieran tener en casa un espejo”.
En la lista de periodistas “enfermos”, como nos catalogó el abogado Reyes, estoy yo, claro; aparece Juan Manuel Martínez “y la muchachita esa que está en el 44”. ¿Claudia Vega?, pregunto. No, la que se apellida Tellez, “la deberían de poner a vender alcachofas o en el obituario… le encanta contar los muertos”. En la sintonía del ‘Canal de las Noticias’ barre con Armando Cabada, “el rey del amarillismo… entre brinquito y brinquito se chupa todos los muertos del día…”, comenta en tono serio, sin abrir espacio a la réplica.
El giro es inmediato al ‘Canal 56’, que en realidad es el ‘Canal 2 de Televisa’. Lo único bueno allí es el ‘malilla’… sus noticieros son como telenovelas, hasta los muertos que los reporteros se encuentran en las calles son maquillados, dice el abogado mostrando más sabiduría que Paty Chapoy.
Luego viene el resumen de otros medios y personajes. Hace apología de ‘Alternativa II’, de los pastores protestantes, de Rafael Fitzmaurice y Eleazar Lara, los íconos del Canal 5; del licenciado Sedano; luego se pasa al radio y recuerda el sarcasmo de Tony Tirado que compite con otro que no hace malos quesos, Alfredo Varela “el príncipe de la Renata”.
Al que nunca escucha es a Mendoza Zubiate ¿todavía sale?, pregunta, pero no me deja contestar.
Lamenta la salida de Ismael Alvidrez de Radio Cañón y la ausencia de Fermín Robledo en el Canal 44.
“En los medios necesitamos hombres con la pluma en la mano izquierda y con la espada de la justicia en la derecha”, sentencia el abogado Reyes un tanto más calmado.
Generosamente le pido tiempo para vernos en persona o para platicar otro día, pero el interlocutor no tiene para cuando concluir la conversación que de pronto se convirtió en una pieza de oratoria... en un monólogo.
Le insisto que me gustaría dialogar con él, con tiempos prudentes para la réplica. Accede en ese momento y es cuando aprovecho para preguntarle ¿en qué estamos fallando los periodistas?
LA RESPUESTA
“Lo que me cae en la punta del meñique es que nadie les da gusto, ¡en nada…chin…o! Todo está mal para ustedes”, retoma el ataque frontal y sin misericordia al que escucha.
Póngale a Teto cosas bonitas, a Duarte… y por qué no, a Calderón. Parece que los periodistas nada más ven las cosas malas. Noooo, pónganle cosas bonitas, que luzcan, que levanten el ánimo de los que nos gobiernan.
Imagínese qué bonito sería que el gobernante se levantara y viera en los periódicos: El alcalde, ama a Ciudad Juárez… ¿se imagina el impacto?, pregunta y él mismo se responde: sentiría bonito, que alguien lo quiere, lo apoya y transmite sus sentimientos más profundos.
¿Usted qué opina?, pregunta por segunda ocasión durante la instrumentación del regaño telefónico. Confieso que durante algunos minutos me sentí como ‘secuestrado’ por un extorsionador telefónico que me decía: “tengo a tu familia en la mira, si cuelgas la mato”.
Diserto con cierta flojera, en espera de que el licenciado Reyes se canse y cuelgue el teléfono. En dos ocasiones intenté cambiar la conversación para despedirme, pero no pude y no me dejó hacerlo.
Ahora estoy, otra vez, en la disertación. Desearía estar con Rafa Fitzmaurice y con Eleazar Lara en el estudio del Canal 5 hablando de temas bíblicos y políticos.
El barbaján del teléfono suena iracundo y autoritario y, para mi mala suerte, ahora me pide que diserte sobre la posición de los medios de comunicación y los gobernantes.
En ese respiro le propongo, por tercera ocasión, vernos y dialogar personalmente, identificarnos y hablar de política o de lo que él quiera, pero me reta a que lo haga por teléfono.
Entonces recuerdo mis años de periodista, el tiempo en que los medios de comunicación estaban dirigidos desde las oficinas de gobierno. Tengo que ir al terror que sembró en su momento Oscar Flores, el ex gobernador de hierro, como le llamaban; recuerdo los flacos gobiernos de Manuel Bernardo Aguirre y Oscar Ornelas. Songos, pero autoritarios.
Mención aparte merece el gobernador sustituto, Saúl González Herrera que concluyó su mandato bajo el falso estigma de la pacificación de la entidad, ante el crecimiento de la oposición que, con Oscar Ornelas, lograron ocupar las principales cabeceras municipales de la entidad. Ese fue el pecado del finado gobernador Ornelas, esa fue la caída de uno de los políticos con mayor sentido democrático en el Estado de Chihuahua.
En ese pensamiento, retomo el camino de la inquisición encabezada por Fernando Baeza, Fernando El Católico, llevó por apelativo; o el del desastre y la chiplería que encabezó Francisco Barrio, el encargado de enterrar el PAN en el Estado de Chihuahua… y él ni cuenta se dio. Y para colmo, me acabo de enterar que su pasión más grande en Canadá, donde es nuestro representante diplomático, son los torneos, en pareja, de dominó... ¿tendrá una idea clara del terrible daño que nos causó en Chihuahua? No lo creo, el ex gobernante panista tiene la inocencia de Forrest Gump.
No puedo dejar fuera de mi cabeza el periodo autoritario y corrupto de Patricio Martínez y, como sacar de la historia película de horror estelarizada por José Reyes Baeza, cuyos efectos están todavía en las calles de Juárez, en las empresas, en la decepción… en la justicia penal.
Intento disertar con el licenciado Reyes en torno a la posición entreguista de los medios y, sinceramente, no puedo. Se me revuelve el estómago cuando veo los programas de televisión, de radio y algunos medios impresos.
Decía el general Giner, el único gobernador que ha dado mi tierra, Camargo, Chihuahua: “los malos periódicos ni para limpiarse la cola sirven”.
Me causa escozor escuchar los discursos de los gobernantes que nos dicen, “no tengan miedo, retomen los lugares públicos… salgan y diviértanse en familia”, mientras ellos recorren las avenidas en camionetas blindadas, protegidos por decenas de guardias preparados para matar, si la ocasión lo amerita.
Frente a la realidad del licenciado Reyes, observo la lentitud en la que trabajan las autoridades. Les tuvieron que matar a agentes de tránsito, para entender dos cosas: la primera, que es la corporación más corrupta, retrógrada y odiada en Juárez y nadie hace nada por frenar esa caterva de muertos de hambre y extorsionadores profesionales; y, la segunda, que son carne de cañón para el crimen organizado y desorganizado, por lo expuesto que están.
Resuelto el punto dos – ya armados- es tiempo de resolver el punto uno, que dejen de robar al pueblo… que alguien les ponga un hasta aquí. El discurso oficial no puede seguir siendo: “Vayan a Asuntos Internos y denúncienlos”, el discurso oficial requiere una solución urgente al problema en vialidad.
Los borrachos seguirán en las calles mientras sigan los corruptos; los autos sin placas continuarán en las calles, mientras el Estado y el Municipio, de la mano, no emitan una declaración viril a la federación, un ultimátum político… No se trata de pelear, ¡caray!, se trata de exigir. No estamos jugando a las pistolitas… lo de Juárez es grave y tiene que ser resuelto ya, sin ninguna duda, sin estar como perritos debajo de la mesa esperando que caigan las migajas, para luego moverle la cola al patrón.
Las actitudes de medianía siempre se ven así. La hospitalidad chihuahuense, nuestra mansedumbre como raza, no se debe de ver como una burla en el centro del país. Muchos juarenses estaríamos listos para alzar la voz junto con nuestros gobernantes, para exigir lo que es nuestro, lo que necesitamos urgentemente.
Pienso en los niños, jóvenes y adultos pobres. En sus zapatos, en su ropa, en el alimento que llega a cuenta gotas. En las caravanas diarias de personas de extrema pobreza que salen a las calles a buscar botes de aluminio, cobre o pedazos de algún metal, para concluir en los negocios recicladores donde obtienen una miserable cantidad que apenas sirve para salvar el día que está por concluir.
Y en la encuestitis que nos rodea a los mexicanos me gustaría preguntarle a los gobernantes, ¿cuándo fue la última vez que enfermaron del estómago por comer alimento en mal estado o deficientemente preparado? Porque a diario soy testigo de esos flagelos entre la pobreza y me irrita ver como los gobiernos han llevado a un suicidio colectivo, como si los pobres estuvieran en los campos de concentración nazis, muriendo cada día, despidiéndose del mundo, mientras su alma se seca y su cabeza se enferma de soledad y angustia.
Esa gente pobre toma el agua contaminada que reparte la Junta Municipal de Agua, mastican el polvo de sus colonias revuelto con excremento de perros, gatos y seres humanos. Se rascan la sarna que les trasmiten los perros.
He conocido personas de 50 años de edad, que están seguros que nunca viajarán más allá de Samalayuca y que nunca entrarán a un restaurante… muchos de ellos, en medio siglo, no han sentido el privilegio de ponerse un conjunto completo de ropa nueva.
No, licenciado Reyes, los periodistas somos periodistas, nacimos para lo que nacimos y tenemos que seguir adelante, aunque usted sea amigo de González Mocken.
Fue entonces que agarré valor y colgué el teléfono, nunca más volví a saber nada del licenciado Reyes.
Escriba a Rafael Navarro dirjua@prodigy.net.mx
Comentarios
Publicar un comentario