A principios de los 80, a pocos años de que se gestara el movimiento universitario de 1985, cuando fue derrocado el entonces rector Reyes Humberto de las Casas Duarte, El Pato, la Universidad Autónoma de Chihuahua manejó, con mucho sigilo, el problema del consumo de drogas en algunas escuelas y facultades de esa institución.
Escribo de la Uach como referente testimonial: era periodista, vivía en Chihuahua y estudiaba la carrera de Filosofía y Letras.
La evidencia del consumo de droga, fundamentalmente mariguana, es innegable hoy y en aquel tiempo en los campus universitarios. Los patios de Filosofía y Letras fueron los escenarios de aquellas tertulias en donde maestros y alumnos fumaban, bajo el sistema de ‘toque y rola’, los churros que se forjaban durante las novatadas, en los aniversarios o en la presencia de personalidades de la literatura y la filosofía que gustaban ‘quemarle los pies a Judas’ (así decían los compañeros).
Nadie decía nada. Los bebedores de cerveza o licor, que éramos la mayoría, convivíamos con los mariguanos sin juzgar sus actos. En los grupos no había ‘narcoestudiantes’, ni ‘narcoprofesores’.
Siempre era un misterio, para los cerveceros, el origen de la yerba que circulaba en las reuniones universitarias. No había tienditas ni picaderos como en la actualidad. En torno a la venta del producto se tejían historias que siempre concluían donde mismo: un policía la vende y punto. No más comentarios.
Otra versión, recogida también en las fiestas universitarias, era que soldados de menor rango, adscritos a la Operación Cóndor que se realizaba en la sierra, eran los encargados de vender el producto.
Tampoco en el campus universitario había puchadores de droga y si los hubo nunca los detectamos. Podríamos contar a esa generación, sin justificarla, como más fresca, más sana, más intelectual y comprometida con la sociedad y con el entorno social y familiar en el que vivíamos.
Entre estudiantes y maestros corría la premisa de que “no valían las veladas literarias o filosóficas, sin una buena cola de borrego”. Frecuentemente escritores famosos venían a la capital del Estado y concluían sus presentaciones en la casa del ‘alumno fulano’ o del ‘profesor perengano’. Lo hacían en una inofensiva velada en donde los grupos se separaban por gustos y preferencias. Nadie presionaba a nadie de que tomara licor o fumara mariguana.
No era la perfección, eran otros tiempos. Ni mejores ni peores, eran otros tiempos.
Muchos de los eventos universitarios que fueron la pauta de confabulación para la caída del Pato de las Casas, se gestaron en las casas de maestros y directores de escuelas y facultades. En granjas, en francachelas que se gestaron al calor del alcohol y de la mariguana.
De mi generación no recuerdo a un solo alumno o maestro que sea un malilla, un enfermo contumaz, afectado por el exceso de droga. Ninguno deambula por las calles de la ciudad de Chihuahua perdido en la nada, aunque muchos de ellos siguen divagando la teoría filosófica de la inmortalidad del cangrejo.
Un dato revelador es que muchos de los mariguanos de aquel tiempo son maestros y han sido hasta directores de escuelas y facultades. Algunos incursionaron en el periodismo con poco éxito, porque su visión era otra.
Ahora, aquella generación, forma parte del cuerpo de catedráticos y administrativos y estoy seguro que, a en sus respectivas edades, ya no consumen mariguana y hasta se oponen a que sus hijos y las nuevas generaciones lo hagan.
No intento justificar nada. Escribo la anécdota, el momento. Recrimino ahora y ayer el consumo de cualquier droga, incluso el alcohol que en ocasiones se nos olvida que también es una droga, por su alta adicción.
En aquella siembra de caprichos y desvergüenzas donde el gobierno encabezado por Saúl González Herrera (el sustituto Oscar Ornelas, que cayó el 19 de Septiembre de 1985) metió las manos para correr al Pato de las Casas de la rectoría, fincó su acción en tres escuelas básicas: Educación Física, Contaduría y Administración y Derecho.
No fue un movimiento ideológico, sino la caída se constituyó en una burda acción gubernamental bien justificada. Fue un proceso de resistencia civil orquestado desde las oficinas de Palacio para obligar la renuncia del dictadorzuelo que intentaba reelegirse en el cargo.
Su lugar temporal fue ocupado por el ex presidente del Supremo Tribunal de Justicia en el periodo de gobierno de José Reyes Baeza, nos referimos al abogado Rodolfo Acosta Muñoz.
Luego, por votación de un consejo universitario comprado por los operadores del gobierno, asumió el cargo como rector, Rodolfo Torres Medina, que años después se convirtió en alcalde de Chihuahua y que, por sus malos manejos, tuvo que pisar la cárcel.
En todo ese proceso la universidad perdió prestigio, pero logró recuperarse bajo un esquema sencillo y práctico: los universitarios se dieron cuenta que los excesos de poder y los actos de latrocinio no tienen nada que ver con la instrucción académica de calidad.
Y EN CIUDAD JUAREZ
Hace unos días, algunos rectores de universidades, entre ellos el maestro Javier Sánchez Carlos, de la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez, revelaron que la presencia del narcomenudeo en las universidades es innegable, aunque es difícil cuantificar el problema.
La situación se agrava debido al silencio de las autoridades universitarias y de los alumnos que no denuncian a sus compañeros que incurren en la ilícita actividad.
Los rectores de las universidades de Guerrero, San Luis Potosí y Ciudad Juárez coincidieron en que "sería iluso" negar que el narcomenudeo, cometido incluso por alumnos, ocurre dentro de las escuelas.
Los rectores admiten que la venta de droga es uno de los problemas graves dentro de los campus, pero lamentablemente no hay cifras de lo que presuntamente se vende.
Medidas de seguridad
A pesar de la falta de datos sobre el narcomenudeo, reconocieron que deben reforzar las medidas de seguridad porque han logrado evitar el consumo dentro de los campus, pero no erradicar la venta.
El rector de la Universidad Autónoma de Guerrero, Ascencio Villegas, comentó que en su institución han secuestrado a alumnos presuntamente ligados con el narcotráfico.
Y aunque no tiene pruebas de esto, y por tanto tampoco un número de casos específicos, se deduce que se trata del crimen organizado, porque es lo que se comenta entre la misma comunidad universitaria.
Los rectores han explorado la posibilidad de iniciar la llamada ‘operación mochila’, que es una forma sofisticada de ingresar a las pertenencias de los alumnos para poder detectar algunas dosis de droga.
Otra posible acción es una investigación de laboratorio donde se obligue, como un requisito insalvable, el examen antidoping.
Todas los argumentos, los planes y las posibles acciones para garantizar que la droga no entre o, mejor dicho, se salga de las universidades, serán siempre bien recibidas por las comunidad juarense.
A estas alturas no nos tragamos el garlito de la autonomía universitaria. Y no se pude hablar de una autonomía porque las entidades académicas de enseñanza superior son auténticos satélites de los gobiernos en turno.
No es fortuito que los ex rectores, que son hombres extraordinariamente pagados de acuerdo a su base de jubilación y por los derechos adquiridos como titulares de la rectoría, reciban oportunidades en los gobiernos y se acomoden, como si fuera un premio a su corrupta y gris función en la Universidad.
¿Qué meritos puede tener un Silveyra Sayto, el Recaudador de Rentas, Villarreal Macías; el director de la prepa del Parque, Alfredo Cervantes; el encargado de la Oficina de Gobernación, Willy Campbell; el titular de la Secretaría de Salud en la frontera, Felipe Fornelli Lafón o el ex rector pititos, ahora flamante Secretario de Educación? ¡Por Dios!, en qué cabeza cabe, si son funcionarios abusonamente pagados por las cuotas de jubilación y sus antecedentes en el cargo de rectores.
Son, además, los responsables de un atraso académico, de una universidad parásita que no genera ni prestigio, ni fuentes de empleo, que se ha convertido como el ‘mar muerto’, en puro recibir y no dar nada a cambio.
La caterva de ex rectores, incluyendo al cholito que dejaron a cargo de la rectoría, viven una realidad difícil de comprender y, por lo tanto, fácil de explicar.
¿Cómo es posible que en plena crisis económica la rectoría se atreva a gastar 54 millones de pesos para ponerle casita de chocolate al rector en turno?
Analizar la lista de secretarias, académicas, administrativas y personal femenino, incluyendo algunas ex estudiantes y estudiantes en activo, es analizar la verdadera realidad de la pomposamente llamada ‘Máxima Casa de Estudios’. Tras las paredes, aparentemente decentes de la también llamada ‘Alma Mater’, se encierran las más vergonzosas historias de amor, de romances telenoveleros, de ascensos a través de la política de meter en la nómina las pompis de la mujer deseada. Y sí, esa caterva (no encuentro otra nombre) se ha convertido en una mafia, porque piensan que “Sin Senos no Hay Paraíso” y allí están las cuentas médicas de los implantes mamarios, de las operaciones de nariz, de liposucciones, para que las damas estén listas para las visitas conyugales.
Entonces ¿por qué premiar la desvergüenza?
Esas son las mafias reales de la universidad en donde participan varios funcionarios y ex funcionarios ligados a la Uacj. Los puchadores, que también son un lastre social, se convierten en unos simples ‘boy scout’ comparados con esta pléyade de fanfarrones, de seudo intelectuales y enemigos de la educación. Tan solo evocar las fiestas nocturnas en la alberca Olímpica, refleja la perversión y la forma en que se reparten las canonjías quienes se ostentan públicamente como académicos de sepa.
Escriba a Rafael Navarro dirjua@prodigy.net.mx
Escribo de la Uach como referente testimonial: era periodista, vivía en Chihuahua y estudiaba la carrera de Filosofía y Letras.
La evidencia del consumo de droga, fundamentalmente mariguana, es innegable hoy y en aquel tiempo en los campus universitarios. Los patios de Filosofía y Letras fueron los escenarios de aquellas tertulias en donde maestros y alumnos fumaban, bajo el sistema de ‘toque y rola’, los churros que se forjaban durante las novatadas, en los aniversarios o en la presencia de personalidades de la literatura y la filosofía que gustaban ‘quemarle los pies a Judas’ (así decían los compañeros).
Nadie decía nada. Los bebedores de cerveza o licor, que éramos la mayoría, convivíamos con los mariguanos sin juzgar sus actos. En los grupos no había ‘narcoestudiantes’, ni ‘narcoprofesores’.
Siempre era un misterio, para los cerveceros, el origen de la yerba que circulaba en las reuniones universitarias. No había tienditas ni picaderos como en la actualidad. En torno a la venta del producto se tejían historias que siempre concluían donde mismo: un policía la vende y punto. No más comentarios.
Otra versión, recogida también en las fiestas universitarias, era que soldados de menor rango, adscritos a la Operación Cóndor que se realizaba en la sierra, eran los encargados de vender el producto.
Tampoco en el campus universitario había puchadores de droga y si los hubo nunca los detectamos. Podríamos contar a esa generación, sin justificarla, como más fresca, más sana, más intelectual y comprometida con la sociedad y con el entorno social y familiar en el que vivíamos.
Entre estudiantes y maestros corría la premisa de que “no valían las veladas literarias o filosóficas, sin una buena cola de borrego”. Frecuentemente escritores famosos venían a la capital del Estado y concluían sus presentaciones en la casa del ‘alumno fulano’ o del ‘profesor perengano’. Lo hacían en una inofensiva velada en donde los grupos se separaban por gustos y preferencias. Nadie presionaba a nadie de que tomara licor o fumara mariguana.
No era la perfección, eran otros tiempos. Ni mejores ni peores, eran otros tiempos.
Muchos de los eventos universitarios que fueron la pauta de confabulación para la caída del Pato de las Casas, se gestaron en las casas de maestros y directores de escuelas y facultades. En granjas, en francachelas que se gestaron al calor del alcohol y de la mariguana.
De mi generación no recuerdo a un solo alumno o maestro que sea un malilla, un enfermo contumaz, afectado por el exceso de droga. Ninguno deambula por las calles de la ciudad de Chihuahua perdido en la nada, aunque muchos de ellos siguen divagando la teoría filosófica de la inmortalidad del cangrejo.
Un dato revelador es que muchos de los mariguanos de aquel tiempo son maestros y han sido hasta directores de escuelas y facultades. Algunos incursionaron en el periodismo con poco éxito, porque su visión era otra.
Ahora, aquella generación, forma parte del cuerpo de catedráticos y administrativos y estoy seguro que, a en sus respectivas edades, ya no consumen mariguana y hasta se oponen a que sus hijos y las nuevas generaciones lo hagan.
No intento justificar nada. Escribo la anécdota, el momento. Recrimino ahora y ayer el consumo de cualquier droga, incluso el alcohol que en ocasiones se nos olvida que también es una droga, por su alta adicción.
En aquella siembra de caprichos y desvergüenzas donde el gobierno encabezado por Saúl González Herrera (el sustituto Oscar Ornelas, que cayó el 19 de Septiembre de 1985) metió las manos para correr al Pato de las Casas de la rectoría, fincó su acción en tres escuelas básicas: Educación Física, Contaduría y Administración y Derecho.
No fue un movimiento ideológico, sino la caída se constituyó en una burda acción gubernamental bien justificada. Fue un proceso de resistencia civil orquestado desde las oficinas de Palacio para obligar la renuncia del dictadorzuelo que intentaba reelegirse en el cargo.
Su lugar temporal fue ocupado por el ex presidente del Supremo Tribunal de Justicia en el periodo de gobierno de José Reyes Baeza, nos referimos al abogado Rodolfo Acosta Muñoz.
Luego, por votación de un consejo universitario comprado por los operadores del gobierno, asumió el cargo como rector, Rodolfo Torres Medina, que años después se convirtió en alcalde de Chihuahua y que, por sus malos manejos, tuvo que pisar la cárcel.
En todo ese proceso la universidad perdió prestigio, pero logró recuperarse bajo un esquema sencillo y práctico: los universitarios se dieron cuenta que los excesos de poder y los actos de latrocinio no tienen nada que ver con la instrucción académica de calidad.
Y EN CIUDAD JUAREZ
Hace unos días, algunos rectores de universidades, entre ellos el maestro Javier Sánchez Carlos, de la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez, revelaron que la presencia del narcomenudeo en las universidades es innegable, aunque es difícil cuantificar el problema.
La situación se agrava debido al silencio de las autoridades universitarias y de los alumnos que no denuncian a sus compañeros que incurren en la ilícita actividad.
Los rectores de las universidades de Guerrero, San Luis Potosí y Ciudad Juárez coincidieron en que "sería iluso" negar que el narcomenudeo, cometido incluso por alumnos, ocurre dentro de las escuelas.
Los rectores admiten que la venta de droga es uno de los problemas graves dentro de los campus, pero lamentablemente no hay cifras de lo que presuntamente se vende.
Medidas de seguridad
A pesar de la falta de datos sobre el narcomenudeo, reconocieron que deben reforzar las medidas de seguridad porque han logrado evitar el consumo dentro de los campus, pero no erradicar la venta.
El rector de la Universidad Autónoma de Guerrero, Ascencio Villegas, comentó que en su institución han secuestrado a alumnos presuntamente ligados con el narcotráfico.
Y aunque no tiene pruebas de esto, y por tanto tampoco un número de casos específicos, se deduce que se trata del crimen organizado, porque es lo que se comenta entre la misma comunidad universitaria.
Los rectores han explorado la posibilidad de iniciar la llamada ‘operación mochila’, que es una forma sofisticada de ingresar a las pertenencias de los alumnos para poder detectar algunas dosis de droga.
Otra posible acción es una investigación de laboratorio donde se obligue, como un requisito insalvable, el examen antidoping.
Todas los argumentos, los planes y las posibles acciones para garantizar que la droga no entre o, mejor dicho, se salga de las universidades, serán siempre bien recibidas por las comunidad juarense.
A estas alturas no nos tragamos el garlito de la autonomía universitaria. Y no se pude hablar de una autonomía porque las entidades académicas de enseñanza superior son auténticos satélites de los gobiernos en turno.
No es fortuito que los ex rectores, que son hombres extraordinariamente pagados de acuerdo a su base de jubilación y por los derechos adquiridos como titulares de la rectoría, reciban oportunidades en los gobiernos y se acomoden, como si fuera un premio a su corrupta y gris función en la Universidad.
¿Qué meritos puede tener un Silveyra Sayto, el Recaudador de Rentas, Villarreal Macías; el director de la prepa del Parque, Alfredo Cervantes; el encargado de la Oficina de Gobernación, Willy Campbell; el titular de la Secretaría de Salud en la frontera, Felipe Fornelli Lafón o el ex rector pititos, ahora flamante Secretario de Educación? ¡Por Dios!, en qué cabeza cabe, si son funcionarios abusonamente pagados por las cuotas de jubilación y sus antecedentes en el cargo de rectores.
Son, además, los responsables de un atraso académico, de una universidad parásita que no genera ni prestigio, ni fuentes de empleo, que se ha convertido como el ‘mar muerto’, en puro recibir y no dar nada a cambio.
La caterva de ex rectores, incluyendo al cholito que dejaron a cargo de la rectoría, viven una realidad difícil de comprender y, por lo tanto, fácil de explicar.
¿Cómo es posible que en plena crisis económica la rectoría se atreva a gastar 54 millones de pesos para ponerle casita de chocolate al rector en turno?
Analizar la lista de secretarias, académicas, administrativas y personal femenino, incluyendo algunas ex estudiantes y estudiantes en activo, es analizar la verdadera realidad de la pomposamente llamada ‘Máxima Casa de Estudios’. Tras las paredes, aparentemente decentes de la también llamada ‘Alma Mater’, se encierran las más vergonzosas historias de amor, de romances telenoveleros, de ascensos a través de la política de meter en la nómina las pompis de la mujer deseada. Y sí, esa caterva (no encuentro otra nombre) se ha convertido en una mafia, porque piensan que “Sin Senos no Hay Paraíso” y allí están las cuentas médicas de los implantes mamarios, de las operaciones de nariz, de liposucciones, para que las damas estén listas para las visitas conyugales.
Entonces ¿por qué premiar la desvergüenza?
Esas son las mafias reales de la universidad en donde participan varios funcionarios y ex funcionarios ligados a la Uacj. Los puchadores, que también son un lastre social, se convierten en unos simples ‘boy scout’ comparados con esta pléyade de fanfarrones, de seudo intelectuales y enemigos de la educación. Tan solo evocar las fiestas nocturnas en la alberca Olímpica, refleja la perversión y la forma en que se reparten las canonjías quienes se ostentan públicamente como académicos de sepa.
Escriba a Rafael Navarro dirjua@prodigy.net.mx
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